No sé si recuerdan esa escena de Tienes un e-mail. Joe Fox habla del tremendo poder de decisión que implica elegir ente tantas variedades de cafés: llegas a un Starbucks de Manhattan (¡Ay!), haces cola y te vas angustiando ante la inminencia de la pregunta: ¿cómo lo quiere?.
Así me he sentido esta mañana en el supermercado (uno corriente, nada que ver con aquel tan apetecible en el que se rodaron -por la noche- varias escenas de esta película). A ver. Una lata de pimientos morrones. Lo normal. A la estantería (de las de abajo, siempre son las de abajo). Y ahí están. Qué latas.Pequeñas. Grandes. Extras. Supremas. Al horno de leña. De la Receta de la Abuela Enriqueta. Y sigue. Marca Recomendada. Oferta del Día. Y yo plantada con la duda de Hamlet (y la postura de El Pensador de Rodin). ¿Qué hago? Porque ya me avisan los cartelitos. ¿Se ha fijado en el precio? ¿Lo has probado? ¡No se lo pierda! (éstos también mezclan el vosotros y ustedes como yo). Que una cosa es el Pimiento Morrón Para Asar y otra el Especial Para Ensaladillas (ése es el que quiero yo, pero resulta que es el más caro y además viene sin cartelito). Y nadie acude en mi ayuda... a lo mejor es porque sigo en modo yoga, y hablar por el móvil a la vez no ayuda. Tal vez debería utilizarlo para hacer la compra por Internet... y que Google decida.
Opto por pasar de largo, y a por los cereales. Ahí uno ya se pierde. Al Grano Completo, leo. Pues eso. Al grano me gustaría ir. Recorro los pasillos como Dante en los círculos infernales. Todo era más fácil hace tiempo, pienso vagamente mientras el teléfono se vuelve a cortar. Mi amiga Marga está en un tren. ¿Lo ves? Antes no te quedabas sin cobertura. Veo al encargado y tengo ganas de atizarle. ¡Que sólo es una lata, tío! ¿No te suena lo de "me importa un pimiento"...?
Finalmente, y mientras me río como una hiena con los últimos whatsapps, descargo en la caja aceitunas, galletas y el champú Especial Mamá Ese Sí. Y otro follón. Que si quiero bolsas. Tarjeta o metálico. Me da justo o tengo cambio. Y yo qué sé. Si ya me ha costado un montón decidirme por la menestra ex-soviética.
Desembarco en la cocina recordando la película y ¡zas!, me acuerdo. El café. Mezcla, natural o torrefacto. No es ésa ahora la cuestión. Me he olvidado de comprar CAFÉ.
Desembarco en la cocina recordando la película y ¡zas!, me acuerdo. El café. Mezcla, natural o torrefacto. No es ésa ahora la cuestión. Me he olvidado de comprar CAFÉ.
A freír espárragos.
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