viernes, 12 de diciembre de 2014

Y dale, y venga, y sigue


 Estaba siguiendo una prolija y larga discusión en un ay! grupo de wasshapp  y por alguna asociación de ideas me acordé de la reciente subasta del piano que utilizaron en la película Casablanca. !El auténtico! un raro día que hice zapping en tres o cuatro telediarios contaban lo mismo: Nueva York, coleccionista privado, el que Sam ya no volverá a tocar, as times goes bye, y bye bye, todos decían lo mismo, al contrario que cuando informan de una noticia política o económica.
El piano estaba a todo color, o más bien en verde desvaído con unos grabados florales; parecía mucho más pequeño que cuando Humphrey se apoyaba y decía lo de si ella puede soportarlo etc (claro que Bogart también era canijo).

Lo que quiero decir, y ahora veo la conexión, es que, muchas veces, lo que parece muy complicado es muy sencillo; lo grande es insignificante y los pequeños detalles, a menudo inadvertidos, son los más importantes.

Y más aún, lo que me recuerda esa vieja reliquia es que llevo mucho tiempo sin escribir, y estas teclas tienen que volver a sonar, para volver a volver, para dar señales de vida, para deciros que , a mi, el coleccionismo fetichista me parece una bobada, pero las promesas entre amigos, no.Y aunque me digáis la verdad -que esta entrada no vale nada, ni la última colilla de Humphrey Bogart, al menos sobrevivo; y aunque despacio despacio -piano piano- comienzo a ser capaz de plantar cara a los nazis de nuevo. A tocar la Marsellesa, aporrear la guitarra y llorar al mismo tiempo no, pero ya se sabe, no todos tenemos tanta energía.

Así que tócala de nuevo, Sam. Que nos habíamos quedado en el aeropuerto,en una noche lluviosa,sin piano y sin gloria, pero rumbo a la mejor aventura: la amistad.