martes, 9 de junio de 2015

Brindemos por la cándida adolescencia

                                                                                                                            Para Rose.

Queridos jóvenes:

Con la última entrada me entró tal nostalgia de escribir cartas que me gustaría dedicaros una. Quizá os parezca raro, y asociéis escribir con los exámenes. Ahí sí que os interesa lo que pone el colega, ¿eh?

Lo epistolar me ha hecho recordar esos años, los vuestros, en los que todo está lleno de comienzo, como dijo Miguel Ángel Asturias.
Aclaro que un poeta es un tío que entra al fondo del misterio, de la realidad, y lo cuenta para explicar las cosas. Algunas. Que otras no tienen ni remedio ni explicación.  Si queréis entenderos a vosotros mismos, leed, leed; por ejemplo a Edith Wharton y su Edad de la inocencia.
Pongamos que hablo de estrenar la vida.

Como mis hijos no me leen -ni me oyen-, os diré que tengo a los dos mayores inmersos en ella, la mala, la adolescencia. Sólo hace falta saber que adolescencia viene del  verbo clásico adolesco, padecer, para saber cómo está el tema, cómo se sufre al dejar atrás las cosas de niño. Un verbo grecolatino, digo, y además irregular, toma complicado, como complicados sois vosotros. Porque crecer duele, como la fiebre. Porque decir adiós es romper(se). Porque para ganar antes hay que saber perder.

Pongamos que hablo de aprender a vivir.
Y encima algunos os quieren complicar más aún. Los flautistas de Hamelín, los vendedores de humo. Vosotros recordad que hay que saber esperar, que lo grande comienza por ser pequeño, que no os dejéis marchitar el misterio. A lo mejor os suena lo de:

              No la toquéis más,
              que así es la rosa.


Y ahora que estáis en el último esfuerzo del curso, o en el esfuerzo sin más, me acuerdo de la rabia que me daba aquello de las batallas las ganan los soldados cansados. Pues estudia tú, habría querido gritar. Pero es que sin sudor no hay alegría, sin lágrimas no hay risa. Sin agua que llegue hasta la última playa, no hay verano.

Pongamos que os hablo de lo valioso de la vida.

Me gustaría terminar con una cita de un clásico, apodado Hijo del Trueno, quien, ya anciano y en el exilio, como despidiéndose, dijo:

Os escribo a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes.

Juan había sido el más joven y audaz de su pandilla de idealistas: el único que no traicionó a su Maestro.
Lo iba a escribir en latín, pero como ya no se estudia, como es de retrógados y fascistas... Total. Treinta siglos de cultura.

Bueno,venga, va:
  Scribo vobis, iuvenes, quia fortis estis.

¿A que sí?

Pongamos que hablo de ti.