martes, 1 de abril de 2014

En Fin


No sé si fue Kipling o Twain quien dijo eso de que las cosas no acaban hasta que no terminan bien; en cualquier caso es una idea genial, pues ya está bien de pesimismos posmodernos. En la literatura también. No sé vosotros, pero a mi los finales absurdos no me gustan nada; como   los  finales abiertos,esos en los que tienes que imaginarte todo lo que pasa , es decir , en los que tienes que hacer el trabajo del escritor.Porque no se crean que lo hacen porque escriban muy bien o porque sean muy modernos (que también), sino que lo dejan así porque no saben cómo terminar, o se agotan.Ahora mismo no recuerdo ninguno - son tan prescindibles - , así que me invento uno.

Pongamos que Richard y Helen llevan trescientas páginas en las que si  tú dijiste,que si de eso nada, que si  patatín, que si patatán ,...y al final se supone que el tío se declara:


( Richard) - Bueno,pues, ésto..ya sabes...

 (Helen )  - Explícate, Richard.


Y va y termina.Y no sabemos si Richard finalmente espabila.Dos finales posibles.Y tampoco si Helen (a),decide que Richard le gustaba más callado y pasa de él,o (b),el chico no habla pero ella en un alarde de realismo decide aceptarlo.  Estas Helen son así.

En cualquier caso,nos han dejado sin lo mejor de la novela.¡Que  nos estaba costando un montón y hemos aguantado para ver cómo terminaba! ¡Eso no se hace, oiga!.

Creo que nos gustan los finales redondos porque al contrario que en la vida,que aún no hemos llegado al final ni podemos verlo todo de una vez, consiguen rematar las cosas, en especial cuando todo encaja,cuando nos cuentan hasta el infinito y más allá: los malos  muerden el polvo,las injusticias y mentiras salen a la luz,los tímidos e indecisos se aclaran,y así todos contentos.A esto los clásicos lo llamaban justicia poética.

Yo siempre prefiero que algo acabe mal, antes de no saber cómo termina.Es más, hay libros que intuyes desde el principio que va a ser un desastre, porque tiene una mala pinta...sin embargo, si está bien escrito, te tragas todas las desgracias del mundo,a ver qué remedio nos queda.Eso pasa a menudo con los secundarios:sale uno y piensas,este se muere seguro, le toca.De una flecha, por un barranco, salvando al héroe, eso es lo de menos:la va a palmar,y tú no puedes hacer nada.Eso no es justicia poética, pero en el fondo es lo mismo:como no  puede  irle bien a todos , porque eso no es verosímil, pues alguien tiene que fastidiarse,o perder a la chica... por ejemplo,en las obras de Lope de Vega,que son geniales,y amenas de verdad, se sigue este esquema a menudo.

Otro día hablaremos de los títulos, que son importantísimos también.De hecho, si tienes un buen título,un gran comienzo y un final redondo, ya es cuestión sólo de ir rellenando el hueco que quedan entre medias. Aunque muchos escritores dicen que no saben cómo va a transcurrir la narración; que se lo "van pidiendo" los personajes.Pues a ver, personajes,decidles a los autores que terminen clarito,y que os vaya bonito.

Concluimos hoy con un poema de Amalia Bautista: porque empieza como termina, es positivo,se incluye en un libro que se titula igual, acaba  bien,los chicos no pierden el tiempo, y lo dice todo ya en el título, que es el de las historias de siempre:



            Cuentámelo otra vez


       Cuéntamelo otra vez, es tan hermoso
       que no me canso nunca de escucharlo.
       Repíteme otra vez que la pareja 
       del cuento fue feliz hasta la muerte,
       que ella no le fue infiel, que a él ni siquiera
       se le ocurrió engañarla.Y no te olvides
       de que,a pesar del tiempo y los problemas,
       se seguían besando cada noche.
       Cuéntamelo mil veces, por favor:
       es la historia más bella que conozco.




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