Me encuentro en la
librería con el último hijo, digo el último libro, de Reyes Calderón, que es
escritora y profesora, según se lee en la solapa. En mi Universidad la
conocemos en el orden inverso: imparte clases, es la Decana de una facultad y
sí, escribe libros. Lo que llama la atención es que sean de ficción
-trepidantes novelas negras-, pues la mayoría de nuestros docentes publican y
publican; y más asombroso aún, que se lean, porque la clase de ensayos
que redactan los académicos, digámoslo de un plumazo, no se los lee
nadie. Ni su madre. Bueno, su madre aún menos , que al fin y al cabo se
trata de su niño, el que lleva toda la vida dando la tabarra con las placas
tectónicas o la sangre fría de los anfibios, por ejemplo. Así que sí, Reyes
Calderón es un raro ejemplar (raro en el sentido de difícil de encontrar,
de precioso ): una de esas mujeres que trabajan todo el día y aprovechan la
noche para seguir en la brecha; que están al día, hacen deporte, y cumplen sus
sueños. Y además, se casó muy joven y tiene muchos hijos; y cuando digo
muchos quiero decir muchos. Sus novelas de abogados y crímenes son buenas,
realmente buenas. Un lujo real.
Pendiente queda hablar de sus estupendas novelas. El Caso Reyes me ha hecho pensar en otro tema importante. Cómo se consigue tener una vida profesional intensa y formar una familia al mismo tiempo. Recuerdo que, cuando estudiaba en la Universidad y Reyes Calderón y otras profesoras y demás profesionales tenían hijos, yo pensaba: cómo harán, cómo haré. Aún no se hablaba de conciliación, al menos los de mi generación no sabíamos lo que era, pero el problema entonces ya existía. Niños, casa, trabajo, una vez alguien me dijo: uff, hace meses que no abro un libro, no tengo un minuto. Y me asusté muchísimo: ¿Será ese mi destino?
Hoy puedo decir
que:
-La conciliación no
existe.
No mientras se hable
continuamente de ella, bla, bla, bla, y no se hable de ellas: Mery, Cristina,
Fátima, Beatriz, Marga, con sus vidas reales, con sus noches sin dormir,
sus días sin descanso, sus años de crianzas y elecciones vitales.
-Mientras no se cambien los horarios...
mientras se llegue a casa a las tantas, se penalice la media
jornada, se premie al pelota que sale tarde, al tarado que no tiene vida
propia, a la arrogante que está amargada, a todos los tóxicos y tóxicas de este
mundo... los niños seguirán viviendo casi solos, los padres seguirán aturdidos
y las mujeres... en fin.
-Mientras seamos
tan eficaces y competitivos, se castigue la fragilidad y la franqueza, se
arrincone a los menos fuertes o duros, se confíe más en un excel que en una persona... Que ya les vale,
que ya les vale a los listillos y los aparentes, aquellos que van de algo y
apenas son alguien, pero, mientras sean ellos los amos del cotarro, mal
nos va, y nos irá yendo.
Y, mientras tanto, los niños
creciendo solos, para terminar siendo tan estúpidos, prepotentes e inseguros
como tantos adultos de ahora.
En fin. Llevo desde
ayer dudando si borrar este desahogo: me he propuesto ser siempre positiva, que
de tristezas ya tenemos bastante. Pero qué queréis, a veces hay que dejar salir
lo que llevas dentro.
Si tú te encuentras en
ese momento de tu vida en el que piensas: es temporal... sólo mientras...
piensa que mientras se parece, a veces, a mentiras. Perdona si me estoy
pasando. Quizá si todos dijéramos basta, si pidiéramos una tregua como en la
Grecia Olímpica, los cosas cambiarían a mejor, las casas volverían a ser
hogares, los casos y ceses y c(r)isis se calmarían un poco, que no son lo
único, de verdad.
Sólo mientras
tanto.
P.D.: no me importa repetirlo, a veces,muchas, estoy de broma; lo digo por lo de los libros académicos.
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