miércoles, 8 de abril de 2015

CATE

Para mi amiga Catalina R-L, mi pelirroja favorita.


Cate Blanchet (Merlbourne, 1969), es una maravillosa actriz. Si Nicole Kidman no hubiera sido abducida por falsas promesas, si no hubiera perdido su expresividad  con tanta cirugía, es probable que  hoy seguiría siendo la reina de las intérpretes, y no sólo australianas, pero Nicole es Nicole Kidman y Cate Blanchet es Cate.

Catalina es un nombre genial; no me voy a enrollar por ese lado pero sí tengo que decir que, si te llamas Kate, Kathleen  o similares ya tienes bastante ganado en la vida. Casi me gusta más con K, porque una K mayúscula imprime muchísimo carácter, como la R: acabo de leer que Daphne Du Marier tuvo unos celos terribles al encontrar una vieja carta de una antigua novia de su marido, Jay Ricardo; y esa gigantesca inicial le atormentó como a la protagonista de Rebeca...

Y eso que nuestra Cate  no empezó a actuar hasta los 25 años. No todas sus películas están a su altura; ella sí. Es curioso que en El aviador encarne a Katherine Hepburn, pues tienen cierto parecido, aparte de su nombre: su altura, distinción... esa manera de moverse y llenar la pantalla. No es que sea impresionante, tampoco vamos a exagerar; cuando abre los ojos hasta da un poco de miedo. Quizá por eso está tan bien en El Señor de los Anillos y El Hobbit, como la Elfa Galadriel. Como otros actores nativos, participó encantada en el rodaje neozelandés. Ah, por cierto, el lugar natal de Cate se llama Ivanhoe. Su destino estaba claro. 

En fin, no quisiera idealizarla demasiado, pero encima uno lee sus entrevistas y tienes la impresión de que es una persona inteligente, simpática y sensata. Además, ha dirigido con su marido, Andrew Upton, el Opera Sidney Theatre, tienen tres hijos varones -meritazo, Blanchet- y  ha adoptado hace poco a una niña. Lo dicho, casi perfecta. ¡No te pases, Cate!

Todo lo contrario de su personaje en  Blue Jasmine (una dura película en la que Woody Allen disecciona la apariencia, la codicia, la soledad y más allá), merecido Oscar femenino para la rubia, quien  interpreta a una  mujer frágil y despiadada, víctima y verdugo, delicado equilibrio, sin caer nunca en caricatura, exageración o burla (ésto es lo más difícil del cine, del arte, de la vida: saber interpretar convincentemente tu papel, sin sobreactuar). También eficaz Alec Baldwin, como  corrupto financiero, que no termina de caernos del todo mal -se dice que se inspiraron en Bernard Madoff-; y fantásticos secundarios. Como siempre ocurre con Woody Allen, la sorpresa final, el final moraleja, siempre presentes. ¿Culpable o inocente?

Un personaje más de la película es el vestuario: guapísima Cate con sus Hèrmes, Chanel... con ese bolso Birkin vintage que Blanchet empuña, hasta que se enteró de que era de una de las secretarias  de producción, que lo había prestado. A partir de ahí lo arroja con más cuidado.  

Me gusta imaginar que Woody Allen eligió el título por las connotaciones de la palabra Blue: saxofón, niebla, decadencia, nostalgia... Blue Jasmine, la caída de una mujer que parecía tenerlo todo; el auge de una actriz, White Cate, brillante, fresca, enigmática, original.

Estos días la tenemos de nuevo en las pantallas como la madrasta de Cenicienta, tan blue, tan Cinderella, ella. Imponente, irónica y tremenda Lady Tremaine que justifica una explosión de optimismo Disney en todo color. Colosal.

P.D.: uno de sus hijos se llama Ignatius. No lo ponía porque era otro parecido más conmigo, pero a estas alturas...            

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