Estoy en el Hospital Materno Infantil velando el sueño de mi hija, y hablando conmigo misma, creo que incluso mis amigas han dejado sus móviles. De nuevo otro ocho de marzo, domingo, día de la Mujer. No añado lo de trabajadora pues eso es una tautología, y perdonad la pedantería: como blanca nieve, lo de trabajar es inherente a ser mujer. Naces y durante milenios: "Bah, sólo es una niña", decían, y miraban con recelo a su madre. ¿Quién ha curado, cultivado, vendado, alimentado, protegido, sanado, despiojado y demás? Sólo ellas saben hacer hombres, dijo un griego a no sé qué bárbaro al preguntar porqué se valoraba tanto a las mujeres en su polis. Y no creo que las trataran tan bien, lo cual da idea de cómo se las gastaban las demás culturas.
Que mientras los hombres combatían, saqueaban, arrasaban y en general hacían el salvaje para evitar en definitiva estar en casa para los baños y cenas... allí estaban ellas para arreglar los estropicios y salvar lo que se pueda.
Noche en el hospital infantil, y he visto tantas médicos, enfermeras, auxiliares y otras que, fiestecillas a ellas... están al pie del cañón... que sí, que hay motivos para recordarlas, no hoy, no en los relatos, sino todos los días y por tanto: por sonreír, por acariciar, por estar siempre ahí, sin cuotas ni calendarios, desde que naces y para toda la vida. La vida que sólo las mujeres pueden dar.
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