Estos últimos días de vendaval, nieve y tarifas (¡?) eléctricas hemos visto también tremendas imágenes de personas a la intemperie,de sus frágiles campamentos, las marchas forzadas de los refugiados en los principales puntos fronterizos...casi las mismas escenas que Europa se había prometido a sí misma nunca más consentir:las del ghetto de Varsovia,las de los campos nazis de la muerte, las del holocausto frente a la indiferencia.
También eran muy duros los inviernos en los Balcanes hace apenas unos años,a escasas horas de la calefacción de París, Berlín,...ola de frío siberiano ésta, a kilómetros de Ucrania, Chechenia y otros lugares de los que es mejor no hablar, no vaya a ser que se enfade el gran oso ruso, ahora que está colaborando. Miremos educadamente hacia otro lado mientras en Corea, en Pakistán, o tantas otras naciones, hay llanto y rechinar de dientes, hay el infierno en la tierra.
El infierno y el frío del egoísmo, la soledad, el aislamiento, el carecer de luz, calor y esperanza.Como la pobreza energética, otro eufemismo, que pueden estar pasando , ahora mismo, los que viven aquí, a nuestro lado.
En La reina de las nieves, quizá la mejor obra del danés H.C. Andersen, leemos: "...en aquel tiempo había en el mundo un espejo mágico,fabricado por ciertos diablillos" . El espejo, roto en mil pedazos, se esparce por la tierra, y un fragmento helado se le clava a un niño, Kay, en el corazón.Y Kay ya sólo podía ver el mal que hay en los demás, como un espejo distorsionado nos devuelve una visión deformada: así, Kay se vuelve egoísta, malhumorado y cruel, pues ya no puede sentir compasión por los demás,ni apreciar la amabilidad y belleza del mundo. Y cuando viva encerrado en el palacio de la Reina de las Nieves, perderá la memoria,encerrado en la prisión del Reino del Olvido.
Y luego dicen que los cuentos de hadas no se parecen en nada a la realidad.
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